Delmira Agustini III

Quedó acordado el día del casamiento de Delmira y Enrique para el 14 de agosto de 1913. Fue así que  Enrique con bastante anterioridad visitó a su familia en la ciudad de Florida (madre y dos hermanas) para decírselo personalmente.

Su madre no quedó muy conforme con la noticia, ya que Delmira escribía versos y eso no era bueno para una mujer. Enrique trató de hacerla cambiar de opinión pero sin éxito. Igualmente su madre deseó lo mejor para su hijo varón y le prometió asistir a la boda. En la casa de Delmira fueron todo preparativos desde el mes de junio. Por supuesto que los padres de la novia se hicieron cargo de todo y determinaron que se realizaría en su propia casa. Las dos ceremonias, los testigos, los padrinos,  la lista de invitados, etc. Cuando Delmira quería opinar algo su madre la callaba diciendo que una madre sabe qué es lo mejor para su hija y siempre sabe lo que hace. El asunto es que Doña María no estaba en nada de acuerdo con este casamiento, algo raro parecía todo, porque de un momento a otro aceptó sin más. El ajuar lo hizo traer por una casa de Montevideo que representaba a  “La maison de Lingerie”  de París. Existe una descripción muy variada del ajuar, pero era de lo mejor que se usaba en señoritas encumbradas de la sociedad montevideana. También el servicio de lunch fue pedido a la confitería La Americana.  Bebidas, champagne, oporto, jerez, agua Salus, licores, sodas, cerveza, etc.




Las figuras que eligieron como testigos no fueron menos nada menos que Juan Zorrilla de San Martín, Carlos Vaz Ferreira y el escritor argentino Manuel Ugarte. Doña María temía por los testigos del novio y le advirtió que debían estar a la altura de loas de su hija. A lo que Enrique cumplió con sus relaciones de la alta sociedad que eran amigos por los contactos de su propio trabajo, fueron Carlos M. Berro, Dionisio Coronel y Ricardo Hughes. Con respecto a los padrinos no hubo negociación alguna,  todos fueron elegidos por Doña María, madre de Delmira. Una semana antes de la boda fue recibida en casa de los Agustini la Dra. Aurora Curbelo Larrosa, íntima amiga de Delmira e hija del Dr. Curbelo que atendía a Doña María en su clínica de la ciudad de Minas.  Aurora fue la cuarta mujer en graduarse como médica en Uruguay.  Paulina Luisi la primera,Tula Rovira de Ricci la segunda, María Armand Ugón la tercera y Aurora Curbelo. El propio Dr. Manuel Quintela, decano, le entregó el título. La Dra. fue llamada por la familia para realizar el exámen pre nupcial, pues era íntima amiga de Delmira. Para tal efecto la Dra. Pidió intimidad y cerró la puerta del dormitorio de Delmira, a lo que de inmediato se presentó Doña María aduciendo que como madre era su deber estar en ese momento con su hija. No hubo excusas que valieran tanto de Delmira como de Aurora. Fue hecho un examen completo, era una persona sana, en perfecto estado de salud. Pero lo solamente le interesó a Doña María era la virginidad de su hija. Terminó exclamando: “No hay dudas de que la nena es virgen”.

Llegó el día 14 de agosto,  una tarde de jueves muy frío. Toda la casa estaba engalanada. Pero ya hubo un primer enfrentamiento y discusión muy acalorada  entre Delmira y su madre, pues se había puesto en el pecho un prendedor de perlas y brillantes que Enrique le había regalado. Al verlo su madre enfureció y le hizo colocar el brioche de brillantes que sus padres le regalaron. Ésto dejó muy mal a Delmira pensando en su enamorado y dejaría aún peor a Enrique en cuanto lo vio, él que no entendía los por qué de los caprichos que se empezaban a suceder con su suegra.

Se realizó la ceremonia civil y religiosa y se pasó a la fiesta. En un momento estaba Enrique conversando con sus amigos cuando fue interrumpido por su suegra que le rogaba lo acompañara pues tenía que hablarle. La conversación se centró en aclararle a Enrique que la nena tenía un don especial y que por lo tanto debía mantenerse sin familia o sea virgen. Enrique no daba crédito a lo que estaba escuchando, pero lo peor aún no había llegado. Para que la nena continuara siendo virgen y conservara su don para la poesía ella misma se sacrificaría para saciar sus deseos carnales. Enrique se sintió asqueado, no podía creer lo que escuchaba. Pero Delmira vio lo que parecía una discusión entre su madre y su flamante marido. Acudió a su lado,  él no dio importancia a la supuesta discusión y le pidió si le parecía y  podían retirarse.  A lo que Delmira accedió de inmediato. Pasaron su noche de bodas en casa de Enrique de la calle Canelones, luego se fueron de luna de miel  a una casa de veraneo en pocitos, prestada por un amigo de Enrique.

Es importante tener en cuenta estas fechas: Casamiento: 14 de Agosto de 1913; abandono del hogar por parte de Delmira el 6 de octubre de 1913; divorcio el 5 de junio de 1914; tragedia 6 de julio 1914. En estas fechas nos basaremos para hacer un relato muy comprimido de todos los hechos más relevantes que se sucedieron en estos dos años.





Después de su casamiento todo en el nuevo hogar parecía normal, habiéndose instalado en la casa de Enrique de la calle Canelones 690. Incluso Delmira comenzó a tener una buena relación con sus suegra y cuñadas a través de cartas. Esto enfurecía a Doña María, un plan urdiría como pensaba su yerno. Y su estrategia era la de desacreditar a su yerno frente a Delmira haciendo escenas histéricas por haberla abandonado por éste. Llantos, escenas histéricas, reproches, jaquecas, así día tras día. Poco a poco a pesar de la felicidad en que vivía la pareja, Delmira comenzó a dudar de su actitud y la toma de decisiones.  Cuando se producían las visitas de Doña María a casa de la nueva pareja se suscitaban discusiones por la noche. Al principio eran tres veces por semana pero luego comenzaron a ser diarias. Era la única forma de tener controlada a su hija y poder influenciar a la pareja, mejor dicho a Delmira “la nena”.

Siempre la siguió llamando “la nena”. Y como tal se comportaba delante de su madre, misma forma de hablar de niña pequeña, aceptando lo que ella opinaba, etc. Además con todos los antecedentes que Enrique iba acumulando de su suegra, su desprecio por ella, el saber siempre lo consideró inferior para su hija lo dejaban fuera de juicio. Pero una noche de las tantas que los padres de Delmira fueron a cenar, ella seguía hablando como niñita a lo cual Enrique respondió levantándose de la mesa, ya que lo habían hablado antes. Delmira después que sus padres se retiraron reprochó el acto a su esposo a lo que él respondió violentamente diciendo que ahora ellos eran una familia y nada más. Delmira adujo que él era parte de su familia. Esto fue el acabose, él insistió, Delmira comenzó con un berrinche como de niña, él se fue a beber a la sala hasta terminar su botella.

A la mañana siguiente se levantó y marchó a su trabajo, vio que Delmira había estado escribiendo toda la noche. Se alegró. Pero cuando llegó Doña María a la casa vio que su hija lloraba desconsoladamente. Delmira contó lo que había pasado. Por supuesto ya toda la culpa, maldad y desconsideración fueron sobre Enrique e incitó a su hija a irse con ella a la casa paterna, “tu verdadera casa y de la que nunca deberías haber salido”. “Él quiere separarte de mí”. Con la ropa puesta se llevó a Delmira de su propio hogar a los 52 días de su casamiento. Esto sería el principio de una gran pesadilla para Enrique y Delmira.




Él recurrió a todos los conocidos posibles de la familia, pues no podía verla y tener contacto alguno con su esposa. A tal punto que sus padres se la llevaron a la quinta de Sayago. Allí ella se sentía muy bien pero seguía triste. Comenzaron entonces las cartas entre ellos. De cualquier manera ella mejor dicho su madre contrató a los abogados para iniciar el divorcio. A principios de 1914, Enrique vendió todos sus muebles, ya seguro que lucharía contra su suegra pero no tenía la certeza de reconquistar a Delmira, mudándose a una casona que vivía un amigo y alquiló una habitación. Delmira seguía escribiendo desesperada de amor y con deseos de ver a su esposo. Así comenzaron una serie de visitas clandestinas a la habitación de Enrique. Su humor había cambiado a tal punto que su madre llegó a cuestionarse si no estaría viéndose con Enrique. Eran almas que parecía había nacido una para la otra.

En la última visita Delmira le plantea a Enrique que así de este modo están mejor e igual se aman. A lo que él no reaccionó muy contento. Aduciendo ella que no podía dejar a su familia y otrascosas. Enrique enfureció y cuando ella se disponía a levantarse para irse, él le dijo “de aquí nos vamos juntos”, acto seguido le disparó primero un tiro en el oído izquierdo y como no estaba muerta le disparó otro en la sien. “Serás mía o de nadie”. Se recostó sobre su amada y se disparó en la cabeza. Enrique siguió con vida hasta ser llevado al hospital, no sin dejar de nombrar a su amada mientras tuvo conocimiento.

Su sepelio fue un gran despliegue de personalidades. Pero algo curioso, muchos de los que habían mostrado su admiración por la poetisa no asistieron al igual que su amiga íntima María Eugenia Vaz Ferreira, ni tampoco su hermano Carlos, tampoco los Curbelo Báez de Minas. 


Detalle de la factura de los servicios fúnebres para Delmira Agustini. 31 de julio de 1914.

 
Así  culminamos  una historia más de  esta zaga, un  poco inventada quizá  un poco romántica pero  basada en hechos y  datos  reales. ¡Gracias!

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